miércoles, 21 de diciembre de 2011

Otro día termino.

No tenía ni la mejor calidad de vida, ni la mejor pinta, ni tampoco era tan agradable o chistoso, ni buen mozo, no era mucho, en realidad era poco y a nadie le bastaba (nadie se conformaba con su presencia), pero no había nada más que esperar. Oficinista y pobre medianamente, creía que ya era demasiado tener que de lunes a viernes levantarse con una buena cara a las 6 de la mañana, para corriendo como siempre llegar a la hora; las 8. No hacía más que firmar papeles y dar ordenes judiciales a los peores casos de justicia que se hayan visto en la ciudad. No era malo, no era bueno, sólo era. No tenía mayor gracia, no hacía nada relativamente sobresaliente, tampoco había pensando jamás en eso. Se vestía como lo hacían los demás, creía patético eso de vestirse a la moda, tampoco era porque sintiera más profundo lo interior, el alma, personalidad, espíritu, no era por eso... Tampoco le hacía mal a alguien, no molestaba con su presencia o al menos a los que se le parecían un poco o a los que lo pasaban por alto; pero a los que se daban la molestia y el tiempo de pensar o imaginar por horas, no les cabía en la cabeza la existencia de alguien así, tan... tan así, no se puede precisamente describir con palabras quizás si con números.

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