lunes, 14 de noviembre de 2011

Eres agradable.

El estar allí con usted se me hace muy agradable, el estar a su lado se hace muy agradable, allí es un lugar muy agradable, usted es así. Aunque eras controvertido y usted tiene una cara encendida, su cara reflejaba muchas emociones juntas, que no se mezclaban ni entendían, pero usted era agradable. Enojo por la comodidad. Alegría por vivir en el suburbio. Definitivamente admirable, reconocible, entrañable, afectuoso con los que no lo son con usted, gente no correspondida en un universo que se discute entero entre sí. Y sólo yo venía a decir que no estaba en ningún lugar pero a la vez lo estaba en todos, ahora la pregunta es; ¿cómo?. Era solamente algo así como cerrar los ojos e irte a otro lado, o darle un beso a alguien con la mirada, sólo ilusiones que creaba tu mente y a veces corazón, aunque daba lo mismo el corazón acá, importaba la mente y el poder concentrarse en dos cosas sin dejar de prestarle atención a alguna de ellas. Tan agradable y tan humillado y trivial para algunos, no conocía el sentido de la palabra, no conocía el sentido de observarse por tanto rato que te perdías en algunos ojos brillantes que conquistaban y levemente sus oídos se llenaban de magia creada con un volumen necesario para que un día esté completo. Eran pocas las veces que sonreía, pues lo querían callado ya que nadie comprendía lo que recitaban sus palabras, a nadie realmente él le importaba, exceptuándola a ella. Una muchacha agradable también, pelo azul, estatura bajo del promedio, muy cariñosa, muy fiel a lo que le parecía correcto, empática y lo menos cruel que podía existir, se compadecía fácil y para ella cada día era una sorpresa salir y que el viento le rozara las mejillas, simple la niña. No hay sentido si no hay sentir y con tanta risa y broma alrededor.

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