Siento como corre el viento por mi espalda, como recorre y eleva mi pelo con dulzura y sutileza. El árbol con sus hojas caídas, con cara triste mirando al cielo con recelo diciéndole: ¡por qué te las llevaste!, esperando que llegue la otra estación en que sus amigas vuelvan a nacer, y vuelvan a dónde nunca debieron irse, su casa, su matriz, su tronco estructural. Y así pestañeo, y vuelvo a pestañear, algo me entró en el ojo.
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